jueves, 31 de julio de 2014

No al maltrato animal



La presión selectiva para desarrollar órganos capaces de detectar las amenazas externas y de modificar su comportamiento de acuerdo con esos estímulos es muy intensa y seguramente la evolución humana también se basa en la capacidad de percibir el dolor y así poder sobrevivir.

Pero el problema real no es si los animales sienten dolor, sino si debe importarnos.

Entre nosotros viven personas que por un lado buscan conocer sobre las especies animales y acercarse a ellas. Por otro, aquellos que, basados en ese egoísta sentimiento de supremacía, se burlan y explotan a otras especies en busca del divertimento propio. En uno y otro caso, esta superioridad del hombre se hace latente pues no se concibe una realidad: cada animal requiere de ciertas condiciones de hábitat natural en las cuales vivir, cada animal necesita vincularse con sus pares para el desarrollo y reproducción de su especie. 

Debemos respetar que cada uno tiene su “casa” y no creer que la nuestra sea mejor que otras.

En un país en el que los sectores más débiles de la sociedad se encuentran amenazados constantemente por la violencia y guerra entre narcos, donde el territorio se ha vuelto un peligro para los inmigrantes, sin asistencia social a miles de familias sin ingresos, y en el que, en lo que va de año cada uno de nosotros nos enteramos de algún amigo o familiar que sufre de desempleo o que ha sido atacado o asaltado, con historias escalofriantes de arrestos injustos y casas hogar deplorables y de vergüenza humana, pareciera que hablar de derechos y protección de los animales resulta una frivolidad.

Una forma de reorientar el debate es centrarlo no en la capacidad de los animales para sentir dolor, sino en los motivos para causárselo.

basta con sólo darse una vuelta por la calle de Sur 79, ahí pegadita al mercado de Sonora, en donde todos los días se pueden ver los camiones llenos de cabras, borregos u otros animales que son vendidos en el mismo mercado de Sonora, animales en condiciones insalubres, amontonados en grandes cantidades, desnutridos, desde perros, pájaros, gatos, cochinos, cabras, gallinas, pericos… todo el Arca de Noé.

Salimos emocionados de una película como El Planeta de los Simios y no podemos reflexionar en lo terrible que significa el sufrimiento de los animales.

Lo más interesante de todo esto es que la selección natural ya no puede operar sobre el proceso de las especies. Que los animales terminan reclutándose en un hábitat o en otro depende de la especie humana y que estamos acabando con muchos de ellos.

En qué momento nos daremos cuenta del peligro que corre la conservación del medio ambiente, ¿cuál es la respuesta correcta? Para mí, lo importante es la preservación de las especies, de la vida salvaje en su conjunto y no de cada ejemplar asilado. A partir de ahí, es cuestión de gustos.

No debemos dejar de lado las corridas de toros, luchar porque estos festejos dejen de ser legales, impedir que los niños aprendan que torturar a un animal es divertido.

No sentirnos como ahora, avergonzados de haber nacido en un país donde el sadismo forma parte de las costumbres populares, donde los políticos afirman orgullosos, sin el menor reparo, que estas matanzas están “enraizadas en la cultura y costumbres”.

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